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La conflictividad de lo político: la memoria y la imaginación como testigos del sentido activo del sujeto

Autora: Barrio, Catalina (UNMdP-CONICET- AAdIE)

 

Mai: catalinabarrio@gmail.com

Eje temático: memoria, historia y olvido: la especificidad del relato histórico y su relación con la construcción de la memoria individual y colectiva

 

 

Resumen: 

     El objetivo del presente trabajo es visualizar, a partir del pensamiento de Ricoeur, el lugar conflictivo que implica comprender lo simbólico entendido como historicidad (propio del lugar de la memoria) y la imaginación entendida como productiva; esto es, como la actividad que hace presente aquello que se aloja en la memoria. Desde este planteo se afirma, a favor de Ricoeur, que reconocer el espacio de lo imaginado (entendido como imagen, tal como lo tematiza en La memoria, la historia y el olvido)  es comprender fenomenológicamente al sujeto situado retornando al esquema de lo percibido. Atravesado por el carácter de una memoria corporal es que puede entenderse el lugar o la función de la imaginación que produce relatos fijados en la memoria. Así, se indaga a lo largo del presenta trabajo, el sentido de la localización como forma última y originaria del sujeto de la acción.[1] Este sujeto se situa entre la actividad proveniente del plano de lo imaginado y la pasividad proveniente del horizonte limitado (o histórico) de la acción subjetiva La finalidad de presentar este problema es hacer de Ricoeur un pensador que contribuye a pensar fenomenológicamente al sujeto de la acción pero no desde esta perspectiva conflictiva entre lo activo y lo pasivo del sujeto actuante; es decir, entre lo posible y lo nuevo o entre lo fundante y tradicional. Este planteo proviene de la comprensión perceptiva de lo corporal y puede contribuir a clarificar esta cuestión.

     Ricoeur sostiene la idea de que debe existir una experiencia del recuerdo alojada en la imaginación. Es decir que hay una fenomenología del recuerdo que explica las posibilidades de pensar un hecho en correspondencia a la historicidad del sujeto. Pero por otro lado, hay un procedimiento propio de lo imaginado donde se instala, por efecto de la memoria, lo irreal, ficcional y utópico. La finalidad del presente trabajo es poner en tela de juicio esta relación que parece imposible de conciliar a partir del pensamiento de P. Ricoeur. Entender que la imaginación puede proceder, en su función creadora, de un modo de comprender la realidad política es una de las cuestiones que emergen de la relación entre la imaginación y la memoria como espacios subjetivos que asumen la conflictividad propia de la historia y sus acontecimientos. En relación a esta propuesta es que se desarrollará la idea de que lo percibido es lo previamente representado mediante la memoria, no mediante la imaginación. Como consecuencia de este modo de pensar es que Ricoeur caracteriza la problemática de la imagen para el recuerdo y el modo de entender a ésta por sobre aquella. Este planteo designa la posibilidad de pensar desde otro lugar el mundo de lo percibido en un espacio políticamente compartido.

 

Título: La conflictividad de lo político: la memoria y la imaginación como  testigos del sentido activo del sujeto 

 

I) Hay una preeminencia en el pensamiento de Ricoeur en pensar, a partir de la tradición griega, que la memoria necesariamente va ligada a la imaginación. De hecho ningún sentido tendría esta última si no fuera cotejada o al menos visada por la memoria. En este sentido es que se encuadra la posible hipótesis del presente trabajo elucidando la siguiente pregunta: ¿ cuál es el fundamento ontológico, según Ricoeur, mediante el cual podemos dar cuenta de la insuficiencia explicativa del uso de la memoria en referencia a las huellas de lo imaginado?. Es decir, ¿Por qué esa insuficiencia aparece en el ámbito de lo sentido o expresado en referencia necesaria a la experiencia? [2] Estas preguntas aparecen asociadas a un sentido un tanto oscuro cuando se trata de indagar la relación o vínculo entre el eikón y el phantasma. Ambos provienen del ámbito de la imaginación, de aquello que no se puede explicar a partir de un mundo percibido e intencional (en términos de Husserl). Hacer presente aquello que está ausente es imaginarse lo que puede no existir porque no hay una referencia a la experiencia. Lo presente y lo ausente son dos de las condiciones mediante las cuales comprendemos, según el autor, la semblanza del lenguaje. No obstante, la idea de lo fantástico o phantasma se sustenta en la irrealidad o imposibilidad del lenguaje para atestiguar el fundamento ontológico de la existencia de la memoria. Así, Ricoeur señala que el registro fenomenológico de la phantasía designa ya una imagen y con ello un recuerdo.

     La siguiente dificultad ricoeuriana en la relación imaginación/recuerdo, apela a la referencia entre lo real y lo que no lo es. El mundo percibido no tiene una referencia a lo real puesto que no es más que consecuencia de un modo de comprensión de la “huella”. Es decir que nos vernos afectados por el mundo de lo percibido el cual no tiene, en rigor, ningún sustento ontológico. Pues no hay existencia de lo percibido si no es mediante el registro lingüístico del mismo. La acción es acción del contar, lo sentido del recordar, lo imaginado de hacer presente. El objeto de la sensación es la reflexión pero esta última no adquiere valor si no es a partir de la primera. Es decir, la imagen mediante lo cual imaginamos no tiene otro fundamento que el explicativo. Esto significa por un lado hacer de la imaginación un registro de huellas predecibles porque pueden, en efecto, ser comprendidas. Y por otro lado, significa comprender toda acción posible dentro de estos parámetros comprensivos entendidos como fuente de lo imaginado. Si esto es así ¿qué lugar ocupa el sujeto reflexivo de la memoria? Y en tal caso ¿cuál es ese sujeto? Para mostrarlo más claramente, Ricoeur en referencia al uso de la memoria en Aristóteles dice lo siguiente: “La memoria es del pasado. Es el contraste con el futuro de la conjetura y de la espera y con el presente de la sensación (o percepción) el que impone esta caracterización capital. Y esta distinción se hace bajo la autoridad del lenguaje común. (´nadie diría…más bien se dice que…´).”  (2008: 33).

     La relación entre la imagen  y el lenguaje mediante el mundo percibido puede preescribirse a partir de una estructura pre-comprensiva del mundo. En su texto titulado Finitud y culpabilidad (2004) Ricoeur explica, a partir de la idea originalmente kantinana de la síntesis trascendental, que la imagen es una mezcla de “punto de vista y sentido”                  (2004:58). Esto explica por un lado que la perspectiva introducida por el sujeto ya implica una forma de comprender o tener acceso a lo imaginado. Perspectiva no es elección, más bien es una forma de posicionarnos corporalmente respecto a la cosa en el mundo. Por otro lado, la imagen indica un rasgo de apertura que no es ilimitada sino que indica, dice Ricoeur, “la posibilidad de transgredir gracias a la aparición misma de la cosa” (2004: 58). Es decir, la perspectiva y la transgresión son los polos conflictivos del orden de lo ontológico que designan la apertura respecto al mundo sensible o afección y la determinación intelectual de lo que se nos posibilita ver o acceder. En este sentido, la imagen se distingue del recuerdo puesto que lo que le importa al estudio fenomenológico del recuerdo no es más que el carácter ontológico de cómo es posible acceder a la comprensión del mismo. Con todo, imaginar no es acordarse. En rigor, no es más que un modo de comprender al acceso a la cosa mediante la cual recuerdo. Es por este motivo que lo imaginado refiere a lo ausente, a lo presente y a lo presente ausente como posible en el marco de una apertura al mundo que se ciñe al carácter finito del sujeto que comprende.

     Volviendo al texto de Finitud y culpabilidad es que podemos comprender las determinaciones fenomenológicas con las que situar al sujeto del relato o del lenguaje.

 

II)

     Por otra parte, en Sí mismo como otro (1996) es comprendida la cuestión de la memoria como fuente de cohesión social y en relación con las categorías de pluralismo y tolerancia. Es más, la memoria colectiva funda un criterio orientativo mediante el cual efectuar vínculos más allá del campo personal. En rigor, la memoria que trabaja Ricoeur a partir de la categoría de la imaginación y limitándome a ella, “es el momento del reconocimiento, con el que concluye el esfuerzo de la rememoración, cuando se declara la exigencia de la verdad. Entonces sentimos y sabemos que algo sucedió, que algo tuvo lugar, que nos implicó como agentes, como pacientes, como testigos.” (2000:79).La imaginación pareciera no tener esta condición rememorante respecto a una imagen del pasado. Pero sí cabe creer que ésta ejerce la reflexión necesaria para acceder a aquello recordado mediante lo cual nos comprendemos como agentes. No obstante, la reflexión es límite, es finitud situada u orientada que pone de manifiesto “lo que aparece, a los seres vivos y a  las personas en el mundo.” (Ricoeur, 1988:37).

     En este sentido, no es la finalidad comprender el trabajo propio de la historia en relación a la memoria y a su identidad. Es más bien, el trabajo orientativo mediante el cual comprendemos esta capacidad. Es difícil sostener que toda prueba de la existencia de una instancia pre-comprensiva del sujeto actuante sea a partir y exclusivamente referido a la finitud. De hecho, lo preconcebido o pre-comprendido debería ser la condición de posibilidad de lo finito. La finitud, no obstante, no se limita al registro consciente de lo que podemos pensar. Es nuestro cuerpo, dice Ricoeur en Finitud y culpabilidad, quien “me abre también a los demás en la medida en que expresa, es decir, que muestra el dentro sobre el afuera y se convierte en signo para el otro…mi cuerpo me abre al mundo por medio de todo lo que puede hacer.” (1988:38). Y ¿qué puede hacer? ¿Hasta dónde puede el cuerpo? Volviendo a la Historia, la memoria y el olvido, es preciso señalar que aunque no aparezca tematizada la cuestión del cuerpo en lo que se refiere al trabajo de la imaginación respecto a la cosa recordada, sí Ricoeur señala que esa cosa aprehendida fue anteriormente “vivida, oída, experimentada y sentida.” (2000:79).

     En referencia a la poética de Aristóteles, Ricoeur menciona que “imaginar no es acordarse” (2000:76). La imaginación escapa al control o calculabilidad de lo recordado que puede ser seleccionado, ordenado, previsible para el sujeto de la acción. En este sentido, hay una limitación  puesto que la memoria corresponde al ámbito de la identidad personal y colectiva rigiéndose por un ethos; esto es, por un conjunto de significados simbólicos contextuados. Ahora bien, no solamente es entender que este significado simbólico proviene del ámbito de la conciencia y el lenguaje, sino de entender que hay un cuerpo mediador de estas estructuras. ¿Cómo no entender, desde el pensamiento ricoeuriano, que la acción se encuentra situada en lo corporal? [3] Advertir sobre el punto de partida de lo corporal entendido como principio de toda acción incluye la valoración orientativa respecto a la apertura del mundo. ¿Es esta apertura al mundo una instancia finita del sujeto limitado en su acción perceptiva mediada por lo corporal? Y en este caso, ¿ cuál es el lugar “activo” del sujeto de la acción limitado por la propia historicidad de su receptividad en su modalidad corporal? La estructura pre-comprensiva del mundo que posibilita toda acción es el cuerpo puesto que no sólo refiere a aquello que puede ser recordado sino que alimenta el sistema productivo de la imaginación. El cuerpo en este sentido, está situado y designa una capacidad específica de la acción. Dice Ricoeur “¿en qué consiste la finitud del recibir mediante el cuerpo? Consiste en la limitación perspectivita de la percepción; hace que toda visión de…sea un punto de vista sobre…Por consiguiente, debo descubrir la finitud de mi punto de vista sobre un aspecto de la aparición, en tanto correlato intencional del recibir.” (2004: 39)

     El cuerpo no sólo abre mundo mediante el cual las cosas se aparecen (percepción) y pueden ser o hacerse con ellas (trabajo y arte) sino que es mediador de la conciencia intencional. La unidad perspectivista de lo percibido es el poder transgredir pero no desde el límite de lo posible sino desde la imagen de la apertura. Con todo,  la función de la imaginación respecto a la determinación del sentido de la acción no es más que ese lugar desde donde se transgrede a partir de lo orientativo que no se ubica precisamente en el orden de las experiencias pasadas sino en el modo de entender la receptividad orientada. Este resulta en Ricoeur un punto de partida o, como él lo llama, el “punto cero de orientación” (2004: 39). Si este tratamiento fenomenológico presupone al cuerpo es porque se desplaza la lógica del orden y regulación de conductas sociales y políticas y se privilegia el lugar de lo perceptivo, afectivo y pasional. Karl Jaspers ya le habría asignado, pensando en el plano de la culpabilidad política, a los ciudadanos los procedimientos de una vida del Estado rigiendo las acciones y determinaciones políticas.

    

    

    

    

 

 

 

 

 

 

 

 

III)

Consideraciones finales

 

     La imaginación es, definitivamente, el campo legítimo de la deliberación sobre nuestro pasado. Es quien gobierna las interpretaciones a partir de lo recordado pero también es la que posibilita el cambio. En el campo de lo imaginado aparece lo dado que no está presente. Ahora bien, la fenomenología de la memoria, tal como la tematiza Ricoeur, no parece tener atisbos para designar (semánticamente) el lugar o la tensión que el propio esquema perceptivo de lo corporal admite en su realidad. Es decir, el enlace operado por Ricoeur entre la semántica y la imaginación direccionada a un “ver- cómo” (Avez, 2014: 28) solicita la reestructuración del campo semántico y, con ello, un sujeto activo que lo produzca. Es preciso advertir sobre el intercambio o retórica posible entre estos dos espacios: el de la imaginación creadora desprovista de esquemas productivos y la memoria como autoridad que localiza al sujeto perceptivo. En términos de Avez, “la idea de autoridad política, tal como la ha demostrado y fundamentado Max Weber, no se puede mantener garantizando la creencia de la gente en su legitimidad por lo que se requiere (como salida posible) la retórica del discurso público.” (2014: 28) [4]

     El productor de la imaginación debe situarse como un  sujeto activo y transformador de las historias sedimentadas. En este sentido, la capacidad de producción provista por la imaginación se comporta en cooperación con la historicidad de los sujetos involucrados. Con todo, resulta ser el aparato perceptivo proporcionado por el cuerpo el que indica el límite de la posible actividad transformadora del sujeto de la acción que irrumpe la lógica semántica de la mímesis, del ser otro a partir del lenguaje y del estar limitado por estos esquemas.

 

 

 

 

 

Bibliografía

·         Corá, Elsio y Cláudio Reichert do Nascimento comp. (2014), Paul Ricoeur. Um olhar de seus leitores, Brasil: Editora CRV.

·         Fiasse, Gaêlle comp. (2009), Paul Ricoeur. Del hombre falible al hombre capáz, Buenos Aires: Nueva Visión.

·         Peggy Avez (2014), “Une espérance post-critique?. Enjeux critiques de la conception ricoeurienne de l´imaginaire social” en Études Ricoeuriennes /Ricoeur Studies, Vol. 5, Nro.2, pp. 23-34.

·         Ricoeur, Paul (1996), Sí mismo como otro, Madrid: S XXI.

·         Ricoeur, Paul (2004), Finitud y culpabilidad, Madrid: Trotta.

·         Ricoeur, Paul (2008), La memoria, la historia y el olvido, Buenos Aires: FCE

 

 

 



[1] Cfr. Ricoeur, Paul, La memoria, la historia y el olvido (2000: 62-63).

[2] Cfr. Ricoeur, Paul (2008: 22-23).

[3] En Sí mismo como otro (1996) la cuestión de lo corporal o “El cuerpo y las personas” como él lo titula, favorece al argumento mediante el cual no podemos asignarle a otro la experiencia de lo corporal. Esto significa que hay algo del orden de lo corporal que escapa a la reflexión sobre la capacidad de imaginar pero que a su vez, acompaña; esto es, la incapacidad de transferir. Dice Ricoeur: “¿podemos asignar estados mentales a una tercera persona sin asumir que este tercero lo experimenta?” (1996:11).

[4] La traducción del francés  es propia. 

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