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El icono histórico: de la legibilidad a la visibilidad de lo extinto

Autor: Buendía Chavarría, Raul (UNAM)

Mail: raul.buendia13@gmail.com

Eje temático: Memoria, historia y olvido: la especificidad del relato histórico y su relación con la construcción de la memoria individual y colectiva.

 

En este trabajo pretendo presentar, brevemente, el camino del relato histórico y la representación del pasado, cimentado por Paul Ricœur, para dibujar la noción de icono histórico.

[1] El relato histórico, a partir de los postulados de la teoría narrativa de P. Ricœur, se concibe no sólo como una manifestación escrita o documental de los hechos ocurridos en otro tiempo, sino como una mediación, que va desde la prefiguración hasta la refiguración de las acciones de los hombres del pasado; este relato, se revalora como una estructura narrativa que, a través de configurar una representación, por medio de sus operaciones poiéticas, reconstruye el pasado.

[2] La representación histórica se despliega bajo la noción, acuñada por P. Ricœur, de representancia[1]. La función de lugartenencia, que atesta dicha noción, permite concebir a la representación histórica como suplencia, es decir, como la “presentación” de las acciones “ausentes” de los hombres del pasado. La representancia se articula, fundamentalmente, en el movimiento interno incitado por las figuras retóricas, que va de la legibilidad a la visibilidad; primordialmente, se basa en la metáfora, que por su función analógica, logra percibir las semejanzas, crea una imagen y la pone ante los ojos[2]. De esta forma, la representación de los hechos acontecidos, a través de la metáfora por analogía o proporción[3], privilegia la estructura narrativa y la transforma en un icono capaz de representar el pasado; al tratarse de la presentación de una imagen que refiere a una realidad ausente, dicho traslado no sólo es a nivel lingüístico, sino ontológico, pues, crea un puente hacia un pasado, que si bien, “se dice que […] ya no es, pero fue”[4].

[3] El icono histórico representa una realidad abolida, “pero nadie puede hacer que no haya sido”[5], mantiene una relación de semejanza con la construcción, que siempre es una reconstrucción, de los acontecimientos, misma que, sólo se despliega durante el acto refigurativo de la lectura, es ahí, donde el lenguaje y el pensamiento se fusionan reconstruyendo el pasado, a través de la operación analógica de ver como, de la metáfora, y la pretensión histórica, de contar los hechos tal como ocurrieron.

 

 

 

 

 



[1] Cf. P. Ricœur, Tiempo y narración III, p. 837; y La memoria, la historia, el olvido, p. 374.

[2] Cf. Aristóteles, Retórica, 1411 b, 25; y P. Ricœur, “Estudio VI. El trabajo de la semejanza”, en La metáfora viva, pp. 233-286.

[3] Aristóteles, Poética, 1457 b.

[4] P. Ricœur, La memoria, la historia, el olvido, p. 374.

[5] Ibidem.

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